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Hegel también fue poeta

  • Writer: Poesía De Mundo
    Poesía De Mundo
  • Mar 16, 2021
  • 7 min read

Updated: Mar 21, 2021





Por Sol Ángel Páez

17/03/2021



“El pensamiento es donde reside la libertad”

Hegel, filósofo poskantiano de la corriente idealista alemana, conocido como la "conciencia de la modernidad", introdujo un sistema para comprender la historia de la filosofía y el mundo llamado ¨dialéctica¨, que es una progresión en la que cada movimiento sucesivo surge como solución a las contradicciones inherentes al movimeinto anterior. Para Hegel, la lógica es el acto de conocimeinto de introducción a la contradicción; explica que la identidad es la determinación de lo simple, inmediato y estático, meintras que la contradicción es la raíz de todo movimeinto y vitalidad, el principio de todo automovimiento y, solamente aquello que encierra una contradicción se mueve.


“Aunque la idea (de lo bello) se encuentre tanto en lo real como en el arte, es en este último en donde resulta más fácil penetrar en ella.”

Hegel asistió al seminario protestante Tübinger Stift con el poeta Friedrich Hölderlin y el idealista objetivo Friedrich Schelling; fue allí donde Hegel se involucró con los estudios de la estética (distinguiendo lo bello natural y lo bello artístico) y la posterior experimentación en el arte poético:


¨Caed así, estrechos vínculos que nos separan, la carrera del corazón es solo un sacrificio: para ensancharme hacia ti, y tú hacia mí, ¡deshágase en fuego lo que nos individualiza!¨, le escribe Hegel a su amada Marie.


Hölderlin, poeta que acogió el clacisismo y lo fundió con el romanticismo, fue su mayor influencia y referente en la escritura lírica. Hegel denota su admiración a Hölderlin con el poema "Eleusis", que le dedicó en agosto de 1796; poema que ahora comparto con ustedes:


Eleusis


¡Bienvenidos seáis, oh elevados espíritus, altas sombras, fuentes de perfección resplandecientes!. No me asusta…

Traducción al castellano de J. M. Ripalda

En torno a mí, dentro de mí la calma habita -los atareados con su incansable ansia duermen, proporcionándome la libertad y el ocio-, gracias a ti, libertadora mía, ¡oh noche! Con un blanco cendal de neblina cubre la luna la frontera incierta de las lomas lejanas; amablemente me llama la clara franja de aquel lago; se aleja el recuerdo del tumulto monótono del día, como si hubiera años de distancia entre él y el ahora. Y tu imagen, querido, se presenta ante mí; tu imagen y el placer de los días que han huido, aunque pronto los borra la dulce espera de volver a vernos… Se me presenta la escena del abrazo anhelado, fogoso; más tarde las preguntas, el interrogatorio más profundo, recíproco, tras cuanto en actitud, expresión y carácter el tiempo haya cambiado en el amigo…placer de la certeza de hallar más firme, más madura aún la lealtad de la vieja alianza, alianza sin sellos ni promesas, de vivir solamente por la libre verdad y nunca, nunca, en paz con el precepto que opiniones y afectos reglamenta. Ahora con la inerte realidad pacta el deseo que atravesando montes y ríos fácilmente hasta ti me llevó, pero pronto un suspiro lanza su desacuerdo y con él huye el sueño de dulces fantasías.

Mi vista hacia la eterna bóveda celestial se alza, hacia vosotros, ¡astros radiantes de la noche!, y el olvido de todo, deseos y esperanzas, de vuestra eternidad fluye y desciende.

(El sentir se diluye en la contemplación; lo que llamaba mío ya no existe;

hundo mi yo en lo incomensurable, soy en ello, todo soy, soy sólo ello. Regresa el pensamiento, al que le extraña y asusta el infinito, y en su asombro no capta esta visión en profundidad. La fantasía acerca a los sentidos lo eterno y lo enlaza con formas) …

¡Bienvenidos seáis, oh elevados espíritus, altas sombras, fuentes de perfección resplandecientes! No me asusta… Yo siento que es mi patria también el éter, el fervor, el brillo que os baña. ¡Que salten y se abran ahora mismo las puertas de tu santuario, oh Ceres que reinaste en Eleusis! Borracho de entusiasmo captaría yo ahora visiones de tu entorno, comprendería tus revelaciones, sabría interpretar de tus imágenes el sentido elevado, oiría los himnos del banquete divino, sus altos juicios y consejos…

Pero tu estruendo ha enmudecido, ¡oh Diosa! Los dioses han huido de altares consagrados y se han vuelto al Olimpo; ¡huyó del profanado sepulcro de los hombres de la inocencia el genio, que aquí les encantaba!.. . Tus sabios sacerdotes callaron; de tus sagrados ritos no llegó hasta nosotros por curiosidad que por amor, a la sabiduría (tal hay en los que buscan y a Ti te menosprecian) …

¡Por dominarlas cavan en busca de palabras que conserven la huella de tu excelso sentido! ¡En vano! Sólo atrapan polvo, polvo y ceniza en las que no retorna nunca jamás tu vida. ¡Aunque lo inanimado y el moho les contentan a los eternos muertos!…, ¡los muy sobrios!…, en balde…, no hay señal de tus fiestas ni huella de tu imagen. Era para tu hijo tan abundante en altas enseñanzas tu culto, tan sagrada la hondura del sentimiento inexpresable, que no creyó dignos de ellos secos signos.

Pues casi no lo era el pensamiento, aunque sí el alma, que sin tiempo ni espacio, absorta en el pensar de lo infinito, se olvidó de sí misma y se despierta ahora de nuevo a la conciencia. Pero quien de ello quiera hablar a otros, aun con lengua de ángel, sentirá en las palabras su miseria. Y le horroriza tanto haberlas empleado en empequeñecerlo al pensar lo sagrado, que el habla le parece pecado y en vivo se clausura a sí mismo la boca.

Lo que así el consagrado se prohibió a sí mismo, una ley sabia prohibió a loso más pobres espíritus hacer saber cuanto vieran, oyeran o sintieran en la noche sagrada: para que a los mejores su estrépito abusivo no molestara en su recogimiento ni su hueco negocio de palabras les llevara a enojarse con lo sagrado mismo, y para que éste no fuera así arrojado entre inmundicias, para que nunca se confiara a la memoria, ni tampoco fuera juguete y mercancía del sofista vendida igual que un óbolo, ni manto del farsante redicho, ni tampoco férula del muchacho piadoso, y tan vacío quedara al fin que solamente en eco extrañas lenguas siguieran conservando raíces de su vida. Porque tus hijos, Diosa, no exhibieron por calles y por plazas tu honor, sino que avaros en el santuario de tu pecho lo guardaban. Por eso no vivías tú en su boca. Te honraban con su vida. Aún vives en sus hechos. ¡También en esta noche te he escuchado, divinidad sagrada, a ti, que me revelas a menudo la vida de tus hijos; a ti, que yo presiento que a menudo eres el alma de sus hechos! Eres el alto pensamiento, la fe sincera, que una Deidad, aunque todo se hunda, nunca se desmorona.




Poema en Alemán


Eleusis

An Hölderlin, August 1796


Um mich, in mir wohnt Ruhe. Der geschäft‘gen Menschen Nie müde Sorge schläft. Sie geben Freiheit Und Muße mir. Dank dir, du meine Befreierin, o Nacht! – Mit weißem Nebelflor Umzieht der Mond die ungewissen Grenzen Der fernen Hügel. Freundlich blinkt Der helle Streif des Sees herüber. Des Tags langweil'gen Lärmen fernt Erinnerung, Als lägen Jahre zwischen ihm und itzt. Dein Bild, Geliebter, tritt vor mich, Und der entfloh'nen Tage Lust. Doch bald weicht sie Des Wiedersehens süßern Hoffnungen. Schon malt sich mir der langersehnten, feurigen Umarmung Scene; dann der Fragen, des geheimern, Des wechselseitigen Ausspähens Scene, Was hier an Haltung, Ausdruck, Sinnesart am Freund Sich seit der Zeit geändert; – der Gewißheit Wonne, Des alten Bundes Treue, fester, reifer noch zu finden, Des Bundes, den kein Eid besiegelte: der freien Wahrheit nur zu leben, Frieden mit der Satzung Die Meinung und Empfindung regelt, nie, nie einzugehn! Nun unterhandelt mit der trägern Wirklichkeit der Wunsch, Der über Berge, Flüsse leicht mich zu dir trug. Doch ihren Zwist verkündet bald ein Seufzer, und mit ihm Entflieht der süßen Phantasien Traum.

Mein Aug‘ erhebt sich zu des ew'gen Himmels Wölbung, Zu dir, o glänzendes Gestirn der Nacht! Und aller Wünsche, aller Hoffnungen Vergessen strömt aus deiner Ewigkeit herab. Der Sinn verliert sich in dem Anschau‘n, Was mein ich nannte schwindet. Ich gebe mich dem Unermeßlichen dahin. Ich bin in ihm, bin alles, bin nur es. Dem wiederkehrenden Gedanken fremdet, Ihm graut vor dem Unendlichen, und staunend faßt Er dieses Anschaun‘s Tiefe nicht. Dem Sinne nähert Phantasie das Ewige, Vermählt es mit Gestalt. – Willkommen, ihr, Erhab'ne Geister, hohe Schatten, Von deren Stirne die Vollendung strahlt! Erschrecket nicht. Ich fühl‘, es ist auch meine Heimat, Der Glanz, der Ernst, der euch umfließt. Ha! Sprängen itzt die Pforten deines Heiligtums, O Ceres, die du in Eleusis throntest! Begeist‘rungstrunken fühlt' ich itzt Die Schauer deiner Nähe, Verstände deine Offenbarungen, Ich deutete der Bilder hohen Sinn, vernähme Die Hymnen bei der Götter Mahle, Die hohen Sprüche ihres Rats.

Doch deine Hallen sind verstummt, o Göttin! Gefloh‘n ist der Götter Kreis in den Olymp Zurück von den entheiligten Altären, Gefloh‘n von der entweihten Menschheit Grab, Der Unschuld Genius, der her sie zauberte. Die Weisheit deiner Priester schweigt. Kein Ton der heil'gen Weih‘n Hat sich zu uns gerettet, und vergebens sucht Der Forscher Neugier mehr, als Liebe Zur Weisheit. Sie besitzen die Sucher und verachten dich. Um sie zu meistern, graben sie nach Worten, In die dein hoher Sinn gepräget wär‘. Vergebens! Etwas Staub und Asche nur erhaschten sie, Doch unter Moder und Entseeltem auch gefielen sich Die Ewigtoten, die Genügsamen! – Umsonst, es blieb Kein Zeichen deiner Feste, keines Bildes Spur. Worein dein Leben ihnen ewig nimmer wiederkehrt. Dem Sohn der Weihe war der hohen Lehren Fülle, Des unaussprechlichen Gefühles Tiefe viel zu heilig, Als daß er trock‘ne Zeichen ihrer würdigte. Schon der Gedanke faßt die Seele nicht, Die, außer Zeit und Raum in Ahnung der Unendlichkeit Versunken, sich vergißt und wieder zum Bewußtsein nun Erwacht. Wer gar davon zu andern sprechen wollte, Spräch‘ er mit Engelzungen, fühlt der Worte Armut. Ihm graut, das Heilige so klein gedacht, Durch sie so klein gemacht zu haben, daß die Red' ihm Sünde deucht, Und daß er bebend sich den Mund verschließt. Was der Geweihte sich so selbst verbot, verbot ein weises Gesetz den ärmern Geistern, das nicht kund zu tun, Was sie in heil‘ger Nacht gesehn, gehört, gefühlt, Daß nicht den Bessern selbst auch ihres Unfugs Lärm In seiner Andacht stört', ihr hohler Wörterkram Ihn auf das Heil‘ge selbst erzürnen machte, dieses nicht So in den Kot getreten würde, daß man dem Gedächtnis gar es anvertraute, daß es nicht Zum Spielzeug und zur Ware des Sophisten, Die er obolenweis verkaufte, Zu den beredten Heuchlers Mantel, oder gar Zur Rute schon des frohen Knaben, und so leer Am Ende würde, daß es nur im Widerhall Von fremden Zungen seines Lebens Wurzeln hätte. Es trugen geizig deine Söhne, Göttin, Nicht deine Ehr' auf Gaß' und Markt, verwahrten sie Im innern Heiligtum der Brust. Drum lebtest du auf ihrem Munde nicht. Ihr Leben ehrte dich. In ihren Taten lebst du noch.

Auch diese Nacht vernahm ich, heil‘ge Gottheit, dich. Dich offenbart oft mir auch deiner Kinder Leben, Dich ahn' ich oft als Seele ihrer Taten! Du bist der hohe Sinn, der treue Glauben, Der, einer Gottheit, wenn auch alles untergeht, nicht wankt.


 
 
 

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